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Saturday, February 12, 2022

Paz por Petróleo

Por Lia Fowler

Antes de ocupar su puesto actual en el Comité Nobel, entre 2003 y 2007, Kullmann Five fue vicepresidenta del consejo de Statoil, la mayor empresa petrolera noruega. El gobierno de ese país, cuyo papel como garante en las negociaciones de paz es clave, posee la mayor parte de las acciones de la empresa, a la que en 2014, bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, se le concedió una licencia de exploración en las aguas territoriales colombianas del mar Caribe. 

Cuando la presidenta del Comité Noruego del Nobel, Kaci Kullmann Five, anunció, el pasado 6 de octubre, la decisión de otorgar el Premio Nobel de la Paz 2016 al presidente colombiano Juan Manuel Santos, los observadores de todo el mundo quedaron estupefactos. El titular del diario italiano Corriere della Sera se preguntaba si la elección tenía sentido; el español El Mundo lo consideró inapropiado y The Wall Street Journal lo tachó de extraño. Después de todo, Santos obtuvo el premio por su papel en un proceso de paz de seis años con la banda narcoterrorista FARC cuyo acuerdo fue rechazado por el pueblo colombiano. Sólo un 17% de los posibles votantes lo respaldó. Kullmann Five alegó que el galardón fue concedido en reconocimiento al trabajo realizado, con Noruega como país garante, y para alentar la búsqueda de la paz. Pero el móvil real de tan extravagante decisión se puede encontrar, como ocurre con muchos países que toman parte en el dudoso proceso de paz en Colombia, en intereses económicos; específicamente, petróleo. 

 

Antes de ocupar su puesto actual en el Comité Nobel, entre 2003 y 2007, Kullmann Five fue vicepresidenta del consejo de Statoil, la mayor empresa petrolera noruega. El gobierno de ese país, cuyo papel como garante en las negociaciones de paz es clave, posee la mayor parte de las acciones de la empresa, a la que en 2014, bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, se concedió una licencia de exploración en las aguas territoriales colombianas del mar Caribe. 

 

Ya no sorprende descubrir que las personas y países que toman parte en el proceso de paz en Colombia tienen vínculos con compañías petroleras con importantes intereses en el país, que dependen de las concesiones y licencias del gobierno de Santos. En un artículo del 12 de marzo del presente año, aludí al conflicto de intereses que afecta al enviado del gobierno estadounidense a los diálogos de La Habana, Bernard Aronson, fundador y gerente de Acon Investments, una firma de inversiones que tiene una participación mayoritaria en Vetra Energía, empresa cuyas inversiones en Colombia son el resultado de concesiones gubernamentales otorgadas en 2010 y 2012. 

 
En un artículo del 2 de agosto de 2016 señalé el extraño papel que Suiza ejerce en los diálogos de paz al aceptarque se guarde en la sede de su Consejo Federal el documento firmado entre Santos y las FARC, un gesto prematuro, ya que el acuerdo fue rechazado por los votantes. La participación suiza también parece motivada por intereses económicos relacionados con el petróleo, pues las empresas de materias primas con sede en Suiza, que generan el 4% del PIB de ese país, han invertido miles de millones de dólares en negocios de carbón y petróleo en Colombia gracias a concesiones del gobierno de Santos. 

 

En lo que concierne a los intereses de Noruega, su reputación como uno de los países menos corruptos del mundo no alcanza a la estatal Statoil, a la que en 2004 una corte noruega condenó por corrupción al hallarla culpable de sobornar a figuras políticas iraníes para obtener contratos petrolíferos. En 2006 la empresa resolvió un caso con las autoridades estadounidenses relacionado con los mismos hechos pagando 21 millones de dólares y reconociendo que había sobornado a funcionarios iraníes para asegurarse contratos y obtener información confidencial.

 
Tras el escándalo, el diario británico The Telegraph citó a Kullmann Five, que era portavoz del Consejo de Administración de la empresa, la cual dijo que ésta mantendría sus actividades internacionales “con idéntico vigor”. De hecho, lo hizo. 
 

Cuando la antigua integrante del Consejo de Administración de Statoil anunció como presidenta del Comité Noruego del Nobel la concesión del premio a Santos, la desconcertada opinión pública empezó a hacer conjeturas sobre sus motivaciones. Ciertamente, no sería por la gran contribución de Santos a la paz, tras invertir seis años y billones de pesos en un proyecto fallido. Algunos propusieron que el comité quiso premiar la propia participación noruega en el proceso de paz. Sin embargo, la asociación de Kullmann Five con la empresa petrolera estatal y sus recientes concesiones de perforación de Colombia sugieren una motivación más prosaica. Y si bien no hay pruebas de soborno en este caso, podría tratarse de otro intercambio fraudulento de favores de “paz”. 

 

(Publicado en Periodismo sin fronteras en octubre de 2016.)

Sunday, December 12, 2021

Cómo usó Soros el dinero de Usaid para consolidar su poder en Colombia

Por Lia Fowler

En una reciente misiva enviada al Secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson, seis senadores de ese país exigieron una investigación que permitiera determinar si la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) promovía en el exterior las políticas de izquierda de las Open Society Foundations.

Los funcionarios de carrera del Departamento de Estado respondieron con evasivas a los senadores, pero si Tillerson quiere encontrar más información no tiene más que ver el caso de Colombia. La nación sudamericana ofrece muchas pruebas de que los dólares de los contribuyentes estadounidenses se usan para, en efecto, promover la agenda del multimillonario George Soros bajo la bandera de la “paz”. 

En noviembre de 2016, el presidente colombiano Juan Manuel Santos firmó un acuerdo de paz con el grupo narcoterrorista FARC, de ideología marxista. A pesar de que previamente los ciudadanos colombianos habían rechazado el acuerdo en un plebiscito, Santos y el Congreso –controlado por su partido– hallaron un vacío legal que les permitió ratificar el referendo, por encima de lo establecido por la Constitución. 

El efecto de ello es que, ahora, Santos virtualmente gobierna el país por decreto presidencial, respondiendo solamente ante una Comisión de Seguimiento (en rigor, una junta compuesta por tres terroristas, tres amigotes de Santos, y unos pocos observadores). La separación de poderes ha sido abolida, y un nuevo tribunal de paz –conocido como “Jurisdicción Especial para la Paz”– ha reemplazado a los tribunales del país. Este acto, cuyo sentido es burlar la Constitución de Colombia, fue respaldada por numerosos intereses extranjeros, incluyendo a los países escandinavos y al Comité Noruego del Nobel, que le concedió el premio a Santos.

La Administración Obama también prestó su apoyo –en parte, por intermedio de USAID– así como las ONG vinculadas a George Soros, que ayudan a blanquear la imagen, las atrocidades y los billones del cártel de cocaína más importante del planeta. El pasado mes le pregunté a un funcionario de USAID si la agencia estadounidense y las Open Society Foundations habían operado en conjunto en Colombia. El funcionario replicó: “USAID no está financiando actividad alguna relacionada con las Open Society en Colombia, ni directamente ni a través de mecanismos existentes o pasados”.

Pero, basta mirar bajo la superficie de las actividades de USAID en Colombia, se puede acceder a un relato bastante diferente. Por ejemplo, Verdad Abierta, un portal de Internet creado por María Teresa Ronderos, directora del Programa de las Open Society Foundations sobre Periodismo Independiente, presume de recibir fondos de USAID. Verdad Abierta ha ayudado a reescribir la historia de Colombia, dando a los terroristas la misma legitimidad que la policía y las Fuerzas Armadas, y convirtiendo décadas de masacres, secuestros, reclutamiento infantil y tráfico de drogas por parte de una banda criminal en “50 años de conflicto armado”.

Fundación Ideas para la Paz, órgano otrora liderado por el negociador Sergio Jaramillo, actual miembro de la «Comisión de Seguimiento», es financiada por las Open Society Foundations, y ha recibido más de $200 mil dólares del erario estadounidense. El portal de noticias de izquierda La Silla Vacía, otra iniciativa de las Open Society, también presume de recibir subsidios de USAID. Su columnista, Rodrigo Uprimny, cuya ONG DeJusticia también se ha asociado a USAID y a Open Sociey, es considerado uno de los arquitectos del acuerdo de paz.

El antiguo terrorista del Ejército de Liberación Nacional León Valencia—colaborador y receptor de subsidios de parte de las Open Society—ha recibido al menos un millón de dólares de USAID para sus ONG Corporación Nuevo Arco Iris y Paz y Reconciliación, y para el portal de noticias de izquierda Las Dos Orillas, que cofundó.

Y la lista continúa. He escrito un artículo separado sobre el largo historial de colaboración entre las ONG financiadas por Soros y el Departamento de Estado de los EE.UU. en la tarea de minar las instituciones colombianas, sobre todo mediante las campañas de Human Rights Watch.

Mientras los terroristas obtienen curules en el congreso e impunidad, quienes los combatieron o bien confesarán delitos que no cometieron o bien terminarán en prisión. Todo ello es un éxito rotundo de Soros: de los cinco comisionados elegidos para seleccionar a los jueces del nuevo tribunal de paz, tres son figuras clave de la red de Soros.

Diego García-Sayán es presidente del Programa para Políticas de Drogas de las Open Society Foundations; Juan E. Méndez es un veterano de quince años en Human Rights Watch –entidad financiada por Soros–; y Álvaro Gil-Robles ha colaborado con las Open Society Foundations en la cuestión de los derechos de los gitanos, lo que llevó a la creación del European Roma Rights Center, iniciativa conjunta de las Open Society Foundations y el Consejo de Europa.

Formulé a USAID preguntas complementarias relativas a todo lo explicado en renglones anteriores. La oficina de prensa declinó contestar a ninguna de ellas, pero un vocero corrigió la respuesta original: “USAID no está financiando actividades a través de Open Society en Colombia”. La comprensión total del amplio alcance de la colaboración entre USAID y las Open Society Foundations exige una investigación gubernamental en los Estados Unidos de América. El papel de USAID en grandes contratos con organizaciones no siempre es transparente.

Tómese el caso de Chemonics. Este contratista de USAID recibió más de US$ 20 millones sólo en 2015. Parte de ese monto –USAID declinó informar cuánto– sirvió para formalizar las relaciones entre mineros ilegales en Segovia, Antioquia, y Gran Colombia Gold, poseedor de la concesión.

Mientras que la sostenibilidad y los beneficios ambientales del proyecto no están claros (la ilegalidad en Segovia se ha intensificado), la firma ciertamente se benefició de que una fuerza laboral entrenada no le robara su oro –al menos de momento–, a cuenta de los contribuyentes estadounidenses. Un accionista principal de Gran Colombia Gold, precisamente, es Frank Giustraadministrador  del International Crisis Group (entidad financiada por Soros), junto con Soros en persona.

Así las cosas, los seis senadores tienen razones para exigir una explicación completa sobre los programas de USAID, y derecho a hacerlo. Que comiencen por Colombia, país en donde la asistencia financiera estadounidense debiera coincidir con el propósito de mantener y fortalecer los beneficios del Plan Colombia.

(Publicado en Periodismo Sin Fronteras en abril de 2017.)

Thursday, December 09, 2021

Tras décadas de apoyo encubierto al terrorismo, Soros se quita la mascara en Colombia

Por Lia Fowler 

El 9 de enero, El Espectador publicó un artículo, titulado "Los tiempos anormales de Trump", firmado por George Soros, el conocido administrador de fondos de riesgo de Nueva York. El multimillonario húngaro-estadounidense comienza diciendo " Debo decir quién soy y en qué creo". Parece que a través de esta pieza, escrita "especialmente para El Espectador", el fundador de las Open Society Foundations intentaba presentarse a los colombianos. Lleva unas cuantas décadas de retraso.

De hecho, Soros ha sido, al menos desde los años noventa, una persona clave en la definición de la política de EE.UU. hacia Colombia y también de la política interna del país. A través de su propia red de ONG y de las que patrocina, Soros ha emprendido un asalto de décadas a las instituciones del país con el fin de legitimar a los grupos narcoterroristas, un objetivo que está muy cerca de lograr.

El pasado mes de diciembre, el Congreso colombiano ratificó un "acuerdo de paz" entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y el grupo narcoterrorista conocido como FARC, haciendo caso omiso del hecho de que el acuerdo fue rechazado por un plebiscito nacional el 2 de octubre. El principal cartel del narcotráfico del mundo tiene garantizadas curules no elegidas en el Congreso, Santos tiene poderes por decreto y Colombia se está convirtiendo rápidamente en un narcoestado fallido. El camino para este fin fue pavimentado y financiado por George Soros, y logrado a través de un triple enfoque: el debilitamiento del Estado y sus instituciones, el bloqueo de los esfuerzos de erradicación de cultivos ilícitos y la promoción de la legalización y despenalización de las drogas.

Con el pretexto de promover los Derechos Humanos, en 1978 Soros cofundó Human Rights Watch (originalmente Helsinki Watch). No sólo aportó a la ONG cientos de millones de dólares, a través de la Open Society Foundation, sino que también se sienta en su Consejo Asesor para las Américas. En los años noventa, HRW, junto con Amnistía Internacional, la Oficina de Washington para América Latina (WOLA) , y las Brigadas Internacionales de Paz, todos patrocinados por la Open Society, comenzaron a definir al ejército colombiano como un violador sistemático de los derechos humanos. De hecho, durante los gobiernos de Ernesto Samper (1994-1998), acusado por los Estados Unidos de financiar su campaña presidencial con el dinero de un cartel de la droga, y Andrés Pastrana (1998-2002), los esfuerzos combinados de las ONG patrocinadas por Soros lograron desmantelar el ejército, obstaculizar sus operaciones y retirar a sus principales comandantes por medio de acusaciones falsas de abusos contra los derechos humanos.

A mediados y finales de los noventa hubo una batalla en el interior del gobierno de los Estados Unidos entre el Departamento de Estado y el Pentágono con respecto a la naturaleza de los grupos terroristas FARC y ELN. Myles Frechette, ex embajador de Estados Unidos en Colombia, insistió en que no había evidencia de ningún vínculo entre estas organizaciones terroristas y el narcotráfico, aserto que las FARC reprodujeron en varias comunicaciones, incluyendo una "Carta abierta al pueblo estadounidense" de 1998. Frechette trabaja actualmente con Soros en el Consejo Asesor de HRW. El general Barry McCaffrey, asesor de la política de drogas en EE. UU., declaró en 1996 que las FARC y el ELN eran una fuerza narcoguerrillera. "La opinión del Pentágono resultó ser verdad, ya que las FARC son ahora reconocidas como el principal cartel de cocaína del mundo”.

HRW y otras ONG fundadas por Soros, dirigieron una campaña implacable contra las Fuerzas Armadas de Colombia y sus miembros. En un informe de 1996 titulado "Redes de asesinos de Colombia: la alianza militar-paramilitar y los Estados Unidos”, HRW escribió: "Con el objetivo de declarar una guerra contra las drogas, Estados Unidos ha armado, entrenado y asesorado a las Fuerzas Armadas de Colombia, a pesar de su desastroso historial en temas de derechos humanos". El informe continuó acusando al general jubilado Farouk Yanine Díaz y al general Harold Bedoya, entre otros, de confabularse con grupos paramilitares para cometer o encubrir atrocidades.

Estas acusaciones constantes fueron amplificadas por los medios de comunicación estadounidenses vinculados a Soros. El principal de ellos era The Washington Post. No es de extrañar que Len Downie, editor ejecutivo de este diario entre 1991 y 2008, y su actual vicepresidente, también sea miembro del consejo del Centro de Información Investigativa, que ha recibido más de un millón de dólares de la Open Society de Soros.

En un artículo del Washington Post de 1997 titulado "A medida que su guerra civil se intensifica, Colombia emerge como la Bosnia de Sudamérica" y firmado por Ana Carrigan y Robert O. Weiner, los autores calificaron la supuesta connivencia entre militares y narcotraficantes en una "guerra sucia" y la comparó con la limpieza étnica de Bosnia. "Los paramilitares masacran [civiles], cumpliendo el deseo de los militares de contar con un alto número de cadáveres y permitir a sus patrocinadores consolidar y expandir sus tierras", agregaron, sin proporcionar ninguna base para estas afirmaciones.

Ana Carrigan, coautora del artículo de 1997, es escritora de OpenDemocracy, una organización financiada principalmente por Open Society y Open Society Initiative for Europe. El propio Soros es columnista de OpenDemocracy. Su cobertura continua del conflicto colombiano ha mantenido una orientación pro-terrorista a lo largo de los años. También es autora del libro El Palacio de Justicia: una tragedia colombiana, en el que falsamente afirmó que fueron los militares, y no los terroristas del M-19, quienes asesinaron a la mayoría de las víctimas durante el ataque terrorista del M-19 al Palacio de Justicia en 1985. Una crítica del libro que publicó Rex A. Hudson señaló las muchas falacias de Carrigan, entre las que destaca su dependencia de fuentes anónimas y su desdén por el testimonio de sobrevivientes creíbles. El libro sigue siendo uno de los pocos relatos de la masacre del M-19 que se han publicado en lengua inglesa.

En artículo publicado en el Washington Post en mayo de 1998, Bernard Aronson, ex secretario de Estado, promovió el falso relato militar-paramilitar de HRW, escribiendo que al ayudar a los militares colombianos, Estados Unidos se arriesgó a "aliarse con fuerzas paramilitares que habían masacrado recientemente a 21 civiles, incluido un niño de cuatro años, en un remoto pueblo en territorio controlado por la guerrilla". Aronson propuso en cambio que las FARC y el ELN podrían ayudar a erradicar los campos de coca a cambio de la ayuda estadounidense y una cuota de poder en Colombia.

Aronson fue y sigue siendo miembro del think tank Diálogo Interamericano, financiado indirectamente por Soros, a través de la Fundación Avina, la cual figura en un puesto destacado entre los principales donantes de dicho think tank recibe financiación de la Open Society. Además, Michael Schifter, el director de Diálogo Interamericano, participa en el Consejo Asesor de HRW junto con Soros. Con la reciente ratificación del acuerdo entre Santos y las FARC, Aronson no sólo vio concretada su propuesta de 1998, sino que ayudó a diseñarla desde 2015 como enviado especial del presidente Obama a las conversaciones de paz que condujeron a dicho acuerdo.

En 1998, Soros completó su labor de influir en el Departamento de Estado con el nombramiento de Harold Koh como secretario de Estado adjunto para la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo. En un flagrante conflicto de intereses, Koh fue también miembro del consejo de administración de HRW.

"El principal mecanismo de la campaña de difamación contra los militares colombianos es el Informe de Derechos Humanos que el Departamento de Estado presenta cada año al Congreso de los Estados Unidos", escribió Miguel Posada (mi padre), fundador del Centro de Estudios Analíticos y Verdad Colombia en un artículo de marzo de 2000 de la Asociación Interamericana de Prensa Económica. Durante muchos años, el informe del Departamento de Estado era casi una copia exacta del informe de Soros y HRW.

Los logros de Soros a través de su influencia en el Departamento de Estado incluyeron lo siguiente: El desmantelamiento de la Brigada XX de Inteligencia en 1998 (acusada por el Departamento de Estado –de acuerdo con el Washington Post– "de promover las actividades de escuadrones de la muerte"); el bloqueo de millones de dólares en la asistencia de los Estados Unidos, como se describe en los informes de HRW para todos los años pertinentes; y la destitución de cientos de oficiales.

Los resultados de esta política de apaciguamiento financiada por Soros fueron desastrosos para Colombia. Según estadísticas de la Universidad Militar Nueva Granada, entre 1990 y 2000, el número de terroristas de las FARC pasó de unos 8.000 a más de 20.000; los del ELN, de 2.000 a 4.500, y los paramilitares quintuplicaron su fuerza, de 1.800 a más de 10.000 terroristas. En ese tiempo, alrededor de 7.000 niños fueron reclutados por estos grupos terroristas.

Entre los oficiales destituidos gracias a HRW y a la presión del Departamento de Estado estaba el general Harold Bedoya, comandante de las Fuerzas Armadas, que se vio obligado a retirarse en 1997. Un informe de 1998 de HRW titulado "All-Out War: Colombia and International Humanitarian Law" (Guerra Sin Cuartel: Colombia y el derecho internacional humanitario) afirma: "En 1997, el gobierno de Colombia obligó al retiro del general Harold Bedoya, cuya hostilidad hacia los derechos humanos y cuya relación a lo largo de toda su carrera con el dramático aumento de las operaciones conjuntas entre el Ejército y los paramilitares son bien conocidos".

De hecho, nunca hubo pruebas creíbles de que el general Bedoya tuviera vínculos con paramilitares. Como sucede con la mayoría de la información que publica HRW y divulgan sus socios de los medios de comunicación, las acusaciones no fueron fundamentadas. Según la ONG Monitor, las publicaciones de HRW "reflejan la ausencia de estándares profesionales, metodologías de investigación y conocimientos militares y legales”

Entonces, ¿dónde obtuvieron esta información? Mientras que los informes de HRW no identifican a las organizaciones que proporcionan la información en sus agradecimientos, alegando razones de seguridad, una revisión del contenido de sus informes sugiere quiénes podrían ser, entre ellos: la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz (CIJP), el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) y la Corporación Colectiva de Abogados José Alvear Restrepo (CCAJAR). Curiosamente, todas estas ONG son apoyadas por las Brigadas Internacionales de Paz, que reciben fondos directamente de la Open Society de Soros.

Después de su retirada forzada, el general Bedoya, se lanzó a la campaña presidencial para las elecciones de 1998. Sus plataformas consistían en oponerse a las políticas de apaciguamiento del gobierno de Samper y combatir directamente el narcoterrorismo. En los meses previos a la elección, tres oficinas de campaña de Bedoya fueron bombardeadas y en mayo, asesinaron al asesor de campaña de Bedoya, el ex ministro Fernando Landazábal. A pesar de haber sido derrotado en las elecciones, el general Bedoya continuó sus esfuerzos para combatir la propaganda pro-FARC patrocinada por Soros en los Estados Unidos, incluyendo compromisos de discurso en el Instituto Schiller y el Club Nacional de Prensa.

Bedoya se encontró, en todo momento, con intensas campañas de difamación tanto en Estados Unidos como en Colombia. En los Estados Unidos, grupos pro-FARC se abalanzaron sobre el uso de la palabra patria en español, que tradujeron como "patria" (en lugar del "país" más apropiado) para hacer comparaciones con Hitler. A partir de ahí, los medios de comunicación de los Estados Unidos y las ONG comenzaron a describir al general Bedoya como fascista. En 1999, por ejemplo, un correo electrónico del Colombian Labor Monitor, una ONG cuya financiación se desconoce, declaró: "El fascista colombiano general Bedoya hablará en el Club Nacional de Prensa”. El Equipo Nizcor y Derechos Human Rights, miembros del GILC, financiado por Soros, incluyeron al general Bedoya en una lista de "notorios graduados colombianos de la Escuela de las Américas" y lo acusaron de organizar escuadrones de la muerte, acusaciones extraídas directamente de los informes de HRW y de los comunicados de las FARC.

Las acusaciones tuvieron eco en Colombia. Refiriéndose al general Bedoya en un artículo de febrero de 1998 en El Tiempo, Iván Duque, ahora senador por el Centro Democrático (CD), escribió: "Falta seriedad y es desagradable escuchar esa narración fascista a finales del siglo XX". Esto no sorprende. En un escrito publicado en abril de 2010 en Portafolio y titulado "Lecciones de Soros", Duque escribió acerca de la "riqueza intelectual" de Soros y promovió sus ideas. Ya sea por ignorancia o intencionadamente, Duque no hizo mención alguna al papel que Soros había desempeñado en la política colombiana en los últimos quince años.

Lo cual nos trae al presente. Los “acuerdos de paz” ratificados el año pasado los comenzó Santos –cuyos nexos con Soros están ampliamente documentados¬– y han contado con el respaldo de una intensa campaña de propaganda patrocinada por Soros en el país y en el exterior.

Específicamente, el cabildeo a favor de Santos en Estados Unidos lo llevó a cabo en primer lugar Diálogo Interamericano, entidad cuya relación con Soros se explicó en detalle arriba, y el Atlantic Council, otro think tank que incluye a la Open Society en la lista de sus financiadores. La administración Obama prestó un claro respaldo a las negociaciones y devolvió al escenario a los actores clave relacionados con Soros en los años noventa para ayudar a consolidar el acuerdo: Harold Koh, que una vez formó parte del consejo de administración de HRW, fue nombrado consejero jurídico del Departamento de Estado en 2009; Y Bernard Aronson fue nombrado enviado especial para las negociaciones en 2015. El dudoso papel de Aronson en las negociaciones fue el tema de mi artículo de abril de 2016: "Bernard Aronson: El conflicto de intereses de 'Nuestro Hombre en La Habana'”.

La cobertura periodística de las negociaciones de paz en los Estados Unidos fue predominantemente pro-Santos-FARC, lo que implícitamente significó pro-Cuba, ya que las FARC han sido patrocinadas y entrenadas por Cuba y Cuba fue promotora y anfitriona del acuerdo. Esa cobertura en Estados Unidos la lideraba, de nuevo, el Washington Post de Soros, a través de las muchas columnas del periodista Nick Miroff. Su sesgo quedó resumido en un espantoso tuit del 6 de enero de 2017. En respuesta a las fotografías de los verificadores de las Naciones Unidas que bailan con las niñas de las FARC –cuya presencia entre las FARC constituye un crimen de guerra– escribió: "Por el bien de la paz en Colombia, alguien debería quitar todas las cámaras de celular en El Conejo". El problema, para Miroff, no era que los observadores de la ONU estuvieran bailando con las víctimas de reclutamiento infantil, sino que se tomaron fotos de ello.

El caso es que Miroff no es imparcial en absoluto. Su esposa es Camila Piñeiro, hija del notorio oficial cubano de inteligencia Manuel Piñeiro. Piñeiro fue el jefe de la DGLN del régimen de Castro, encargado de organizar y apoyar a las guerrillas en las Américas, entre ellas las FARC. Camila Piñeiro trabaja para el Centro de Estudios de la Economía Cubana patrocinado por el Estado cubano en la Universidad de La Habana.

En Colombia, muchas ONG que promueven y ayudan a orquestar el acuerdo entre Santos y las FARC, y que se encargan de las campañas de difamación contra sus oponentes, han sido financiadas por la Open Society. Entre ellas:

La Corporación Nuevo Arcoíris incluye a la Open Society entre sus benefactores. Creada por el terrorista amnistiado del ELN León Valencia, el think tank hace propaganda del acuerdo Santos-FARC. Además, Soros está vinculado a Valencia y lo promueve a través de diversos proyectos. En 2015, por ejemplo, Alerta Democrática –una organización fundada por la Open Society Foundation–, la Fundación Avina patrocinada por Soros y la Fundación Ford realizaron una labor de ocho meses para "Mapear el futuro de la democracia en América Latina". A Colombia la representaba León Valencia, nombrado Director Ejecutivo de su otra ONG, La Fundación Paz y Reconciliación.

DeJusticia, otra entidad financiada por las Open Society Foundations tiene por líder a Rodrigo Uprimny, el cual es un actor clave en la elaboración del acuerdo de paz y el silenciamiento de cualquier oposición al gobierno. Uprimny, uno de los "arquitectos" del sistema de justicia transitorio del acuerdo Santos-Farc, ayudó a diseñar el sistema que provee impunidad a los terroristas de las FARC. También fue el patrocinador de una denuncia ante un alto tribunal que impugnó el puesto del entonces procurador general Alejandro Ordóñez, el cual dirigió la única entidad gubernamental que se opuso al acuerdo Santos-FARC. Como resultado de la demanda de Uprimny, Ordóñez fue destituido por el Consejo de Estado.

Uprimny también lleva un blog en otra entidad patrocinada por Soros, La Silla Vacía, un portal de noticias que se define como "independiente" y fue creado por Juanita León miembro de la Open Society. Catalina Botero, también miembro de DeJusticia ha sido ponente en eventos patrocinados por la Open Society. DeJusticia también aboga para la despenalización y legalización de las drogas, una iniciativa clave de Soros, que promueven muchas ONG financiadas por él, entre ellas The Drug Policy Alliance, de cuyo consejo de administración forma parte el propio Soros. En abril de 2016, El Tiempo publicó un artículo titulado "Varias ONG anuncian su apoyo a la posición del gobierno en materia de drogas". Los grupos argumentan que las drogas deben ser tratadas como un problema de salud pública y no como una cuestión penal. Algunas de las entidades mencionadas fueron DeJusticia, y Cesed (un grupo de la Facultad de Economía de la Universidad de Los Andes), ambas financiadas por Soros, y la Open Society Foundation.

Lo que da forma al relato de la historia del narcoterrorismo en Colombia, al que todas las organizaciones mencionadas y otras aluden como “el conflicto” es el proyecto Verdad Abierta, de la Open Society Foundation. La editora jefe de esta revista en línea es María Teresa Ronderos, directora del Programa de Periodismo Independiente de la Open Society Foundation. Antes de eso, Ronderos trabajó en Semana, una revista copiosamente financiada con recursos públicos que promueve la agenda Santos-FARC y toma parte en el proyecto Verdad Abierta.

En aras de acallar la oposición al acuerdo de paz, la Open Society Foundation también ha financiado Colombia Check, un portal en línea que pretende exponer "noticias falsas". El sitio intenta "desacreditar" las noticias negativas sobre el gobierno de Santos y el acuerdo de paz, y a menudo ataca a sus oponentes, incluyendo al ex presidente Álvaro Uribe, al destituido procurador general Alejandro Ordóñez, e incluso a esta periodista, específicamente un artículo que escribí en 2016 titulado "¿Paz a cambio de petróleo?” Con las organizaciones patrocinadas por Soros –think tanks estadounidenses y colombianos, medios informativos y ONG– y los funcionarios del Departamento de Estado alineados con los mercachifles de la paz de Santos y las FARC, parecía un milagro que los promotores de la votación contra el acuerdo obtuvieran una victoria el 2 de octubre. No importaba. El resultado del plebiscito fue retirado sin una palabra de las organizaciones y filiales de la "construcción de la democracia" de Soros.

El promotor más visible del voto por el No fue el Centro Democrático (CD) del ex presidente Uribe. Por eso es preocupante que Iván Duque, que en 1998 tomó parte en la campaña de difamación contra el general Bedoya y respalda las ideas de Soros, sea uno de los principales precandidatos de ese partido para las elecciones de 2018. No cabe dudar de la relación de Duque con Soros y sus ideas. Según su biografía, fue, en algún momento, ganador de una beca del National Democratic Institute (NDI), una organización financiada por Soros. Como empleado del Banco Interamericano de Desarrollo, elaboró junto con Felipe Buitrago un documento llamado “La economía naranja”. En 2013, Buitrago promovió la “economía naranja” en el seminario global de Salzburgo, una organización patrocinada por la Open Society. -

Obviamente es posible que las opiniones del senador hayan cambiado. Le escribí a él y al jefe del CD, dando a Duque la oportunidad de aclarar el contexto de sus artículos de 1998 y 2010 y describir la naturaleza de la beca del NDI. También pedí una copia de su tesis de la Universidad, que explicó en una entrevista con la Universidad Sergio Arboleda fue sobre el tema de los "derechos humanos". Dado el momento en que podría haber escrito su tesis, sería interesante para el público saber si la información en que se basó provenía de organizaciones financiadas por Soros y si se hizo eco de su propaganda. Pero el senador nunca respondió. De hecho, el propio Duque no ha respondido directamente a ninguna de las críticas recientes sobre sus posiciones y posibles vínculos con Soros, aparte de quejarse de una "guerra sucia" que se libra contra él.

Sus partidarios, sin embargo, no han permanecido callados sino que han publicado numerosos escritos sobre el asunto. Curiosamente, aparte de sus organizadores de campañas, la defensa más ferviente no ha venido de sus compañeros de partido, sino de León Valencia, Rodrigo Uprimny, La Silla Vacía y la revista Semana, todos los principales propagandistas de Soros en Colombia.

Es importante que el senador Duque preste atención a estas inquietudes. El escrito autopromocional de Soros en El Espectador sugiere que todas sus fichas están en su lugar y está listo para salir de las sombras, desde donde ha hecho tanto daño a Colombia durante más de veinte años. Una medida tan audaz sugiere que confía en que los resultados de las elecciones presidenciales de 2018 serán favorables a su agenda. Con el CD ganando el último voto popular –el plebiscito– y con un rechazo de alrededor del 80 por ciento de la población a los puntos principales del acuerdo con las FARC, uno se pregunta cómo puede estar tan seguro. ¿Podría ser que las elecciones de Colombia de 2018 se conviertan en una repetición de 2010, un concurso ganador-ganador entre dos candidatos de Soros?

(Publicado en Periodismo Sin Fronteras en enero de 2017.)