Por Lia Fowler
En abril de 2016,
el grupo narcoterrorista FARC envió un mensaje a la administración Obama. La
banda, que estaba concluyendo el acuerdo de “paz” con el gobierno colombiano,
no se desarmaría sin que los Estados Unidos liberaran al secuestrador convicto
Simón Trinidad, preso en Estados Unidos. En aquel momento parecía una demanda
ridícula de los terroristas, pero hay hechos recientes que hacen pensar que la
organización de tráfico de drogas más poderosa del mundo podría, de hecho,
subvertir el sistema judicial estadounidense y asegurar la liberación de
Trinidad gracias a la ayuda del presidente saliente Barack Obama y su homólogo
colombiano Juan Manuel Santos. Para colmo, un ultraje añadido al agravio que
sufren las víctimas estadounidenses de las FARC: el cabildeo por su liberación
se financia con dinero del
contribuyente de ese país.
Simón Trinidad es
el alias de Juvenal Ovidio Ricardo Palmera, un comandante de frente de las FARC
que cumple una condena de sesenta años por su participación en el secuestro de tres
contratistas estadounidenses en 2003. Thomas Janis, un condecorado oficial del
ejército estadounidense y veterano de Vietnam, pilotaba una misión de
vigilancia aérea del tráfico de drogas con otros tres contratistas
estadounidenses y el sargento del ejército colombiano Luis Alcides Cruz cuando
sufrieron un aterrizaje forzoso en la selva. Los terroristas de las FARC
encontraron los restos, mataron a Thomas Janis y al sargento Cruz y
secuestraron a Marc Gonsalves, Keith Stansell y Thomas Howes, que estuvieron
cautivos durante cinco años y fueron rescatados en una operación que llevaron a
cabo militares colombianos.
Las FARC han
pedido la liberación de Simón Trinidad durante varios años, pero el primer
indicio de que dicho trámite se estaba llevando a efecto en Estados Unidos
llegó el pasado 8 de diciembre, cuando los senadores Marco Rubio y Lindsay
Graham le escribieron una carta a Obama señalando que tenían conocimiento de
que el gobierno colombiano había solicitado dicha liberación. Los senadores
alegaron que tal medida enviaría un mensaje equivocado a las FARC, socavaría el
sistema judicial estadounidense y pondría en peligro la asignación de 450
millones de dólares del
erario estadounidense para la ejecución de los acuerdos de paz. Esta última
afirmación ganó algo de fuerza esta semana, ya que el senador Rubio anunció que
no sólo permanecerá en la Comisión de Relaciones Exteriores, sino que también
servirá en el Comité de Asignaciones, que controla el gasto.
La oficina del
senador Rubio confirmó que no ha recibido ninguna respuesta de la Casa Blanca.
Pero el sábado 10 de diciembre, los medios de comunicación colombianos
informaron que el presidente Santos
negó haber hecho tal solicitud. Curiosamente, ese mismo día recibí una
respuesta de la Pardon Attorney’s Office (entidad que se encarga de los
indultos) a una petición basada en la Ley de Libertad de Información que yo había
presentado ocho meses antes, en abril, solicitando todos los documentos
relacionados con cualquier demanda de clemencia ejecutiva para Juvenal Ovidio
Ricardo Palmera, también conocido como Simón Trinidad. La respuesta de dicha
oficina fue: No existen tales documentos. Parecía una confirmación oportuna de
la negación de Santos,
aunque una respuesta terriblemente tardía a mi consulta.
Pero el asunto volvió a emerger el 27 de diciembre, cuando Óscar Silva, abogado
de Trinidad, declaró en una entrevista radial con Radio Santafé que un perdón
presidencial estadounidense para su cliente estaba en trámite. Luego, el 1 de
enero de 2017, Ariel Ávila, funcionario de la Fundación para la Paz y la
Reconciliación (Pares) en Colombia y contratista del gobierno colombiano,
declaró en una columna de Semana, un medio financiado por el Estado, y
en una posterior entrevista radial con Caracol que el Gobierno colombiano había
solicitado efectivamente la liberación de Simón Trinidad y que era muy posible
que Estados Unidos la concediera. Ávila declaró
que Trinidad sería liberado porque su condena
en Estados Unidos era injusta: "... fue condenado por secuestro, y no fue
así". Según Ávila, fue "una captura".
Marc Gonsalves, una de las víctimas del
crimen, estaría en desacuerdo. En una comunicación escrita dirigida a mí esta
semana, Gonsalves declaró: "Mi cautiverio es un acto de terrorismo cometido
por un grupo que hizo del
secuestro una industria". Habiendo pasado cinco años encadenado y en
jaulas de alambre de púas bajo constante amenaza de ejecución, Gonsalves sabe
de qué habla. A él, a Stansell y a Howes los secuestraron. A Thomas Janis y al sargento
Cruz los asesinaron. No hay eufemismo para eso.
También a Frank
Pescatore, un geólogo estadounidense y padre de cuatro hijos, lo secuestró y
asesinó un frente de las FARC dirigido por Simón Trinidad en diciembre de 1996.
Según una investigación realizada por la Fiscalía colombiana, que incluía
testimonios de al menos cinco personas que tomaron parte en el crimen, a Pescatore
lo asesinaron las FARC por haber intentado escapar. Según el
relato de los testigos, los terroristas, bajo el mando de Trinidad, pidieron a
un médico que retirara los órganos de Pescatore, llenara su cuerpo de piedra
caliza y formaldehído y usara maquillaje para que pareciera que aún estaba vivo
para la "prueba de vida" (fotos necesarias para asegurar el pago del rescate). Su cuerpo fue
finalmente encontrado abandonado en una granja en febrero de 1997. Trinidad no ha respondido por este secuestro y asesinato.
Si obtiene el perdón presidencial y es repatriado a Colombia, probablemente nunca lo
hará.
Sin embargo, no debe sorprender que Ávila tratara de definir lo que el mundo
civilizado conoce como un secuestro como algo más benigno.
Después de todo, la fundación Pares fue creada en 2013 por el ex terrorista
León Valencia,
amnistiado en 1994. Valencia
era un miembro de alto rango del grupo
terrorista ELN, que se financió principalmente a través del secuestro y la extorsión. Hay testigos
que formaron parte de esa banda que aseguran que Valencia estaba directamente a
cargo de planear secuestros y asegurar que los frentes del ELN que estaban bajo
su control cumplieran con sus cuotas financieras. No ha cumplido un solo día de
cárcel.
Valencia y sus ONG, entre las
que se cuenta Pares, han estado entre los principales propagandistas del "acuerdo de
paz" entre el gobierno colombiano y las FARC, un acuerdo que provee
impunidad y elegibilidad política para los terroristas. Ha sido un esfuerzo
financieramente gratificante. Pares ha recibido muchos millones de pesos en
contratos del gobierno colombiano y respaldo
financiero de los gobiernos de Noruega y Alemania, así como de otras entidades.
Pero lo que
debería conmocionar a las víctimas estadounidenses tanto de las FARC como del
ELN, y a todos los estadounidenses, es que Pares también se financia con dinero
de los contribuyentes estadounidenses, a través de la Agencia de los Estados
Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Según la web de la USAID, el
financiamiento proporcionado a Pares se proporciona para "coordinar la
supervisión electoral, generar cobertura mediática, producir investigación y
promover la transparencia del proceso
electoral en Colombia".
Sin embargo, la web de la fundación no menciona ningún trabajo relacionado con procesos
electorales.
Es explicable que un portavoz de Pares, entidad creada por un terrorista que
ayudó a alimentar la industria del secuestro
en Colombia,
presione para obtener la liberación de un compañero terrorista y secuestrador. Lo
inconcebible es que a quienes promueven este falso relato los financie el
gobierno de los Estados Unidos. Desde la declaración de Ávila, el gobierno de Santos ha negado nuevamente la búsqueda de la liberación
de Trinidad. Por lo tanto, en última
instancia, será Obama quien decida si valida la retórica de Ávila. En las próximas
dos semanas quedará claro si el presidente estadounidense está de parte de las
víctimas del terror o de quienes lo perpetran.
(Publicado en Periodismo Sin Fronteras en enero de 2017.)
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