La ley del avestruz
Por @AdasOz
En la administración de Gustavo Petro la honestidad parece brillar
por su ausencia. Recordemos que antes de lanzarse como candidato a la alcaldía
de Bogotá se erigía como símbolo de honestidad y transparencia denunciando
casos de corrupción dentro de su mismo partido, entonces el Polo Democrático
Alternativo, que incluso utilizó hábilmente para desmarcarse de éste y
posteriormente fundar el partido Progresista que lo llevaría a ocupar el
segundo cargo más importante en Colombia, la alcaldía de Bogotá.
Días antes de las elecciones para alcalde celebradas el pasado 30
de octubre, se dio a conocer una información que pasó sin pena ni
gloria y a la que no se le abrió investigación alguna: La campaña de Gustavo Petro fue una
de las que más aportes y donaciones recibieron, suma que alcanzó el
monto de más mil millones de pesos. Dicha información también reveló el nombre
de varias empresas que habían sido creadas poco tiempo antes
de las elecciones y que incluso, alguna de éstas le habría
aportado a la campaña más dinero de lo que poseía en capital pagado. Por
ejemplo, llama la atención cómo el director de dicha campaña logró donarle la
suma de 800 millones de pesos, a través de una empresa que había sido creada pocos
días antes del 30 de octubre.
Pero la “pulcritud” de Petro no es un asunto nuevo, pues desde la
época en la que empezaba a militar en el M-19 ya se relacionaba con los que hoy
han sido considerados como unos de los cerebros de DMG: Luis Eduardo Gutiérrez
y Carlos Gutiérrez, padre e hijo respectivamente, principales financiadores del proyecto de David Murcia,
y como si fuera poco, también fueron los principales prestamistas del grupo
Nule. Y es que la relación de Petro con los hermanos que desfalcaron a Bogotá
con el carrusel de la contratación y las megaobras, que no se ven por ningún
lado, va un poco más allá. En 2009, la Fiscalía reveló un correo
entre el empresario Carlos Ramírez Gómez, dueño de CAES LTDA., y Miguel Nule,
en el que el primero le solicitaba al segundo reunirse con Petro para darle
apoyo durante su campaña como candidato del PDA a las elecciones
presidenciales.
Para Petro fue muy fácil señalar en su momento a unos cuantos
copartidarios untados hasta más no poder del conocido escándalo de los hermanos
Nule, entre ellos a Samuel Moreno Rojas, alcalde de Bogotá en ese entonces y
que él mismo apoyara durante su candidatura a la alcaldía, pero no ha sido
capaz de explicar con claridad sus nexos con los Nule ni con DMG. Si
no tuviera nada qué esconder, no saldría con sus acostumbradas evasivas. No en
vano ha bloqueado en Twitter a todos lo que nos atrevemos a hacerle preguntas
que le incomodan. Su falta de carácter para reconocer errores y recibir
críticas es uno de los rasgos más característicos de la mal llamada “democracia
moderna”, que no es más que un autoritarismo disfrazado.
Pese a todo lo anterior, y a que durante la campaña se advirtió
incansablemente sobre lo irrealizable que sería su plan de gobierno, así como
sobre las nefastas consecuencias que traería a la capital, Petro fue el
legítimo ganador de las elecciones para la alcaldía de Bogotá, y poco tardó en
generar controversia al decir que fusionaría las empresas del distrito,
generando incluso antes de posesionarse, pánico económico por lo cual hoy es
investigado. Mal precedente sentaba entonces el alcalde electo sin
haberse estrenado en su puesto, pues parece costarle la vida tener que
rectificar sobre sus metidas de pata cada vez más grandes, en la medida en que
transcurren los meses.
Ya son ocho meses exactos desde que Petro estrenó el segundo
puesto más importante del país y nada que la ciudad arranca. Todos los
proyectos que habían sido previamente trazados para la ciudad tienen puesto el
freno de mano, pues al alcalde le parece mejor experimentar con temas que
parecen novedosos, pero que no dejan de ser populistas e irreales. Y digo que
son irreales no solo porque muchos de sus planteamientos son insostenibles
económicamente hablando, como es el caso del agua gratis para los estratos más
bajos, sino porque muchas de sus “novedosas” propuestas ni siquiera cuentan con
estudios de factibilidad, como por ejemplo la propuesta de no construir metro
sino tranvía o metro ligero como lo llaman en algunas ciudades de Europa, o el
recientemente implementado Pico y Placa, que no hizo más sino desplazar los
horarios del trancón durante la mayor parte del día. Tampoco podemos olvidar el
proyecto de la construcción de la
ALO , tan necesario para una ciudad que carece de vías, pero
que a él le parece una barbaridad construirla por motivos ambientales. En su
momento, su propuesta fue más absurda todavía, pues pretendía convertir esos
terrenos en ciudadelas educativas. Al parecer ya se retractó y como que sí
quiere que se construya dicha vía, pero de a dos carriles por sentido. Es
decir, a medias.
Muchos han sido los temas que han generado controversia sobre la
gestión de Gustavo Petro, pero llama mucho la atención un asunto reciente y es
el de la investigación que ahora le abre la
Contraloría por diversas irregularidades en la celebración de
contratos, entre las que se destaca la alta incidencia en la contratación
directa y por prestación de servicios, respecto de los que se han celebrado vía
licitación pública. Durante los primeros seis meses de su gestión, el 43,7% de
los contratos se han realizado a través de contratación directa, un 31% se ha
realizado a través de contratación de derecho privado, contra un ínfimo
porcentaje del 12,1% de contratos celebrados vía licitación pública. Lo que
puede resultar en un fraccionamiento de grandes contratos en muchos pequeños,
con el fin de beneficiar a unos pocos contratistas. Pero las irregularidades
van más allá, pues según parece, la contratación se ha concentrado en tres
sectores que son: Salud, Educación y Hábitat y Servicios Públicos, y además de
esto, determinados contratos reportan inconsistencias al relacionar ítems como
“otro” y “en blanco” en los tipos de gastos, bien por inversión o
funcionamiento, lo que dificulta un análisis real de los grandes contratos que
ha celebrado el distrito. Sobre el tema también llama mucho la atención la
concentración en contratación, la celebración de diferentes contratos con la
misma persona para que, en resumidas cuentas, realice las mismas funciones para
cada uno de ellos. Así mismo, se vienen registrando contratos con personas que
no son idóneas para ocupar el cargo, bien porque no son profesionales, o porque
su profesión no los faculta para realizar las funciones delegadas. Si mal no
recuerdo, la cabeza de Paul Bromberg fue una
de las primeras, entre muchas, en rodar en el Palacio Liévano, al
recomendarle, como veedor de Bogotá, abstenerse de contratar personal no idóneo
para realizar su trabajo. Ya sabemos que a Petro no le gusta que lo
contradigan, así sea por el bien de la ciudad. En dichos contratos, Petro
tampoco ha dejado de beneficiar a familiares suyos o de su esposa, y por eso
también tendrá que responder ante la investigación que le ha abierto la Contraloría.
Así que el que en campaña se mostraba, incluso con un aire
arrogante de superioridad moral, cae cada día más bajo ante el paso del tiempo
y la mirada expectante de los bogotanos y del resto de ciudadanos del país. Tal
parece que para Petro las llamadas “mafias” son todas aquellas a las que él no
pertenece y por esa razón él sí pide que sean investigadas y penalizadas. ¿Cómo
le llamaríamos a su proceder como alcalde luego de ver cómo gestiona los
contratos del distrito? Recordemos que como candidato, era el primero en decir
que él trabajaría con independencia de poder, lejos de la maquinaria y de las
mafias. Claro, quería independencia para poder celebrar contratos como le diera
la gana y para beneficiar a los más allegados a él, a gente que ni siquiera
cuenta con carreras profesionales y que cobra más de 16 millones de pesos al
mes.
La gestión de Petro no ha sido fácil no porque haya una
conspiración en su contra, tal como él lo quiere hacer ver, sino porque él
mismo es un personaje polémico debido a su carácter autoritario y déspota. El
descalabro de Bogotá no podría ser peor, pero la ciudad insiste en reincidir.
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